El desplazamiento del campo y de la ciudades intermedias colombianas en gran medida se ha dado por la violencia. En la época de mi padre, que hoy tiene 85 años, la violencia era generada por la lucha interpartidista entre liberales y conservadores. Al viejo le tocó salir corriendo de Calarcá para que no lo mataran; y todo porque decidió no sacar la banda de guerra del colegio donde él trabajaba, a que le realizara los honores a Rojas Pinilla.

Nuestra generación enfrentó otra fuente del desplazamiento: por la violencia que generó el accionar de las guerrillas, el paramilitarismo y el narcotráfico en todo el territorio, y donde las FARC fueron protagonistas de excepción en toda esta película de terror.

Pero parece que ha surgido una nueva causa de migración. Ya llevo varios meses recorriendo los municipio y corregimientos del Valle y cada vez que voy a llegar a uno de ellos hacemos una pequeña investigación del mismo. Miramos como está compuesta su población, su sector productivo, su tejido empresarial, las necesidades básicas insatisfechas, sus brechas sociales y de pobreza y profundizamos en asuntos de educación, servicios públicos, vías terciarias, salud e inseguridad. Dos números me han sorprendido en esta investigaciones que hemos realizado:

1. Más o menos el 95% de todas las empresas que existen en los municipios del Valle son microempresas. A ellas me voy a referir en el próximo blog.

2. La población de nuestros municipios medianos y pequeños vienen decreciendo.

Tengo que reconocer que esta última cifra me sorprendió. Esto tienen dos implicaciones. La primera de ellas es que los jóvenes y adultos con edad media con capacidad de trabajar se están yendo con sus familias por falta de oportunidades. La segunda de ellas, es que la población de los municipios intermedios y los pueblos del Valle se están envejeciendo.

La cosa es muy grave. El futuro rural del Valle y de Colombia está en peligro. Estamos en un círculo vicioso que tenemos que romper. Sin lugar a dudas el futuro del país está en el desarrollo agropecuario y agroindustrial. Pero lo cierto es que las políticas públicas para el desarrollo del mismo son incipientes y no han sido consistentes en el tiempo, para no ser apocalíptico y decir que no existen. Aquí arranca todo, la generación de oportunidades, la creación de empresas y empleo no han sido un imperativo del Estado.

Está claro entonces que el espiral negativo tiene su punto de partida en que no hay oportunidades en los municipios rurales y en el campo. Esto conlleva a que los pelados no tengan nada que hacer. Lo cual los lleva a tres cosas; quedarse y persistir en la búsqueda de una oportunidad, entrar en el mundo delictivo, o irse del pueblo. Los que se quedan y conservan sus valores lo hacen entonces en el rebusque, los otros lamentablemente o entran al narcotráfico que hoy pulula en el país, o ingresan a una bandola criminal que lo único que está generando es más violencia e inseguridad.

Lamentablemente los que se van por no encontrar oportunidad son la mayoría. Los pueblos se están envejeciendo.

La triste, pura y dura realidad es que hoy es muy difícil encontrar quien quiera trabajar en el campo. El futuro rural está en riesgo. Los jóvenes no quieren o no pueden trabajar en el campo y se van de sus pueblos. Los que se quedan se ven condenados; o ingresar a las filas del desempleo o a ser reclutados por la actividad criminal.

Parémosle-Bolas tenemos que rescatar el campo. Se debe generar un política pública agropecuaria y agroindustrial que sea seria, profunda y consistente en el tiempo para transformar el campo colombiano. El futuro está en el sector agropecuario y agroindustrial del país y tenemos que rescatarlo. Debemos volver el desarrollo agropecuario y agroindustrial una política de Estado. Para ello voy a ir al senado.