Ni con el Pétalo de una Rosa
El pasado 19 de octubre fue el ‘Día mundial contra el cáncer de mama’, fecha que me recordó lo que siempre he profesado como un mandamiento de vida: la mujer es el ser más importante en nuestra sociedad.
Son nuestras madres las que nos dieron el milagro de la vida y nos ofrecen a perpetuidad y de manera incondicional su amor. Nos alimentan, educan, transfieren sus valores y son el centro de gravedad que unen a las familias.
Son las hermanas, con las que crecimos, jugamos, discutimos, pero al final del día amamos más.
Son las esposas, que tienen la doble condición de ser tu amiga y cómplice, con las que decidimos pasar el resto de nuestras vidas, con las que construimos nuestro hogar y de la cual nos enamoramos.
Son nuestras hijas, unos seres hermosos que con una mirada, una sonrisa y un abrazo, lo dejan a uno derretido.
Son las amigas y compañeras de trabajo que siempre tienen la disposición de ayudar, compartir y estar pendiente de los más pequeños detalles.
Las mujeres sencillamente lo son todo.
Pero francamente me cuesta trabajo entender y aceptar todo lo que le pasa a la mujer en Colombia.
La mujer es discriminada y los estudios demuestran que no tienen las mismas oportunidades laborales que los hombres. Les pagan en promedio un 25% menos que a los del sexo opuesto. Les cuesta más trabajo conseguir empleo. Solo el 4% de los presidentes de las 100 compañías más importantes son mujeres y solo el 12% tiene cargos de dirección.
La mujer es maltratada, pero lo más grave y alarmante es que es un fenómeno en crecimiento. 7 de cada 10 diez mujeres son agredidas y abusadas por sus parejas. Parece más bien que los que tratamos bien a nuestra esposa somos la excepción, solo el 30%. Hágame el favor. En el país se reciben cerca de 150 denuncias diarias por violencia contra la mujer.
Lo que es increíble es que estos desadaptados, no solo las están maltratando sino que las están asesinando. En esta semana en Cali se presentó un caso de feminicidio y a octubre de 2017 ya llevamos 10 en la ciudad. En el primer trimestre de este año llevamos ya 400 muertes de mujeres en el territorio nacional.
De corazón quisiera dejar ahí, pero no hay derecho; lo más triste, aberrante, doloroso y que muestra lo bajo que hemos caído, es lo que estamos viendo con lo que le está pasando a nuestras niñas. En Colombia cada día 43 niñas son víctimas de violencia sexual; para hacerlo más gráfico, cada 35 minutos se genera una víctima nueva. Cuesta trabajo entender no solo el número, lo mas complicado, es como se nos vuelve cotidianidad. En la mayoría de casos, el victimario es alguien del circulo más cercano.
Lo que le está pasando a la mujer en Colombia es una tragedia social. Lo más desgarrador es que es una tragedia silenciosa porque NO se habla de ella. El problema sin duda alguna es de valores o de la pérdida de los mismos. Tenemos dificultad en reconocerlo, pero mas en afrontarlo. Creo que todos hemos sido indiferentes. Nos hemos acostumbrado a convivir con ello. Hemos condenado el maltrato a las mujeres y los abusos de las niñas. Hablamos mucho pero realmente hacemos poco, a menos que nos haya tocado o seamos la víctima.
Toca volver a lo básico. Como antes y como debería ser siempre… En casa, siendo coherentes y con buen ejemplo. La verdad es que hoy hemos descuidado la familia; por el afán, por estar ocupados generando ingresos. Nos hace falta dedicarles tiempo, atención y amor. Debemos recuperar la familia como núcleo fundamental para educar y generar transformaciones en nuestra sociedad.
Debemos recuperar la autoridad, el respeto y el orden.
El cambio siempre está en nuestras manos, pero en esta oportunidad, está en nuestras familias. Debemos dar ejemplo dentro de ellas, ser coherentes para poder inculcar valores y respeto. Respeto por nuestras madres, esposas, hermanas, hijas y amigas. Que se note que estamos haciendo el mejor esfuerzo por ser mejores seres humanos.
Parémosle-Bolas a lo que me enseñó mi papá desde el día que nacieron mis hermanas y que lo hacía extensivo a todas las de su género:
“Las mujeres no se tocan ni con el pétalo de una rosa”.