Semáforos apagados, cinismo encendido

Semáforos apagados, cinismo encendido

En Cali, el caos vehicular no es solo producto del mal parqueo o de la falta de cultura ciudadana. Tiene un símbolo más profundo, más costoso y más indignante: los semáforos inteligentes… que se quedaron brutos, porque nunca funcionaron.

A la ciudad se le prometió modernización, tecnología de punta, inteligencia artificial para mejorar la movilidad. Lo que se recibió fue otra cosa: una costosa fantasía pagada con recursos públicos, ejecutada con improvisación, desorden y falta de rigor. Un elefante blanco de más de $45 mil millones. Y lo más grave: aún hay quienes, con total desparpajo, hablan de “avances”.

El contrato fue firmado, defendido y presentado como legado por la anterior administración. Pero lo que quedó fueron semáforos que no se comunican, sensores inservibles, postes mal ubicados, equipos almacenados sin uso, contratos sin interventoría y tecnología incompatible. ¿Inteligencia? Ninguna. ¿Ejecución real? Apenas maquillaje. ¿Resultado? Un sistema acabado desde su origen.

Y ahora, quienes lideraron ese fracaso pretenden culpar a quienes lo heredaron. Como si frenar el desangre de recursos públicos fuera un acto de incapacidad. Como si exigir transparencia y actuar con responsabilidad fuera más grave que haber tirado miles de millones en un proyecto sin planificación.

No más cinismo. No más insultos a la inteligencia de los caleños. La ciudad merece saber la verdad: el sistema de semaforización fue mal concebido, mal contratado y peor defendido. La actual administración no lo acabó. Lo recibió acabado.

Pero gobernar no es quejarse, es asumir. Y eso es precisamente lo que han hecho desde el primer día.

Desde enero tomaron decisiones técnicas, no políticas. Se realizó una evaluación jurídica, operativa y financiera. Y sí, se decidió liquidar el contrato. Porque seguir por ese camino era seguir botando la plata de los caleños. Porque esta ciudad no puede seguir pagando los errores de otros.

La administración del alcalde Alejandro Eder ha trazado una ruta clara para enfrentar el problema. Se está estabilizando la red actual, reparando intersecciones críticas, ajustando los tiempos de los semáforos tradicionales y recuperando lo que se pueda del desastre recibido.

Y se está trabajando en algo más ambicioso y serio: una solución real de semaforización moderna, escalonada, con veeduría ciudadana y soporte técnico. Sin promesas vacías. Sin shows. Con hechos.

Porque Cali no necesita más vendedores de humo. Necesita gestores con carácter.

No se trata de tapar vergüenzas ajenas, sino de convertirlas en oportunidades. No se permitirá que el pasado condene a la ciudad al fracaso.

El semáforo está en rojo para el engaño, en amarillo para los cuenteros de siempre, y en verde para los que le recuperan el rumbo a una ciudad que merece orden, respeto y verdad.

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