Un Sano Equilibrio
En nuestro país hoy podría uno afirmar sin temor a equivocarse que la mayoría de los colombianos queremos que se combata la pobreza, que se mejore la cobertura y calidad de la educación, que se genere una prestación oportuna y de calidad del servicio de salud, que se tengan mejores y mayores oportunidades de ingreso y de empleo digno. ¿Quién no estaría de acuerdo con ello? Es claro también que para poder llevar lo anterior a cabo, se va a requerir recursos, de eso tampoco hay duda.
Aunque sea tácito creo que hoy el sueño de un “acuerdo sobre lo fundamental”, del Dr. Álvaro Gómez Hurtado se está dando y que el consenso nacional gira entorno al qué y al por qué debemos hacerlo. Lo que no parece hoy tan claro en la discusión pública es el cuanto, el cuándo y el cómo. En estos puntos existen diferencias y de la aproximación que tenga el gobierno a estos elementos se sobrevendrán diferentes escenarios para nuestro país.
Miremos:
¿El cuánto? El ministro de Hacienda parece tener una posición inmodificable que necesita $25 billones de pesos y ha manifestado que cualquier sugerencia de modificación debe ser puesta en la mesa con una fuente de ingreso para el estado que la reponga. Hace poco se pasó una reforma muy discutida por $14 billones. En total los colombianos estaríamos poniendo $39 billones en muy pocos meses. No vale la pena discutir en detalles los diferentes tributos en estas cortas líneas, no me va a alcanzar para hacerlo con rigor técnico. Lo que sí parece estar claro en los diferentes foros económicos es que, de no ser balanceada, lo que la reforma lograría es desincentivar la inversión, la generación de nuevos empleos e incluso la pérdida de empleos actuales, en contravía del consenso de un tan anhelado progreso social. Ya además se habla de retornar a la jornada nocturna desde las 6 de la tarde, de vacaciones no de 15 días sino de 28, de acabar los servicios temporales, en fin, de un nuevo estatuto laboral. Mejor dejarlo pendiente para otra columna. El cuanto es clave para que la reforma sea más balanceada y $25 billones seguramente no deberían ser un inamovible.
El cómo y el cuándo van pegados. Colombia necesita cambios, ¿pero se deben hacer todos ya? Para mañana es tarde, será la exigencia que le realizaran al gobierno la base que lo eligió. El problema nunca es el cambio, son las consecuencias de hacerlo sin planificación. Cambiarlo todo y arrancar de cero, para muchos en nuestra sociedad es deseable, pero también puede ser devastador ¿Qué se requiere hacer modificaciones al sistema de salud para que sea de buena calidad y oportuno? ¡Si claro! ¿Qué se deba acabar el sistema? Definitivamente no. ¿Qué se debe hacer la transición energética? ¡Claro que sí! ¿Ah, que la debemos hacer nosotros más rápido que resto del mundo? Me queda la duda. ¿Qué debamos frenar la exploración petrolera, de gas y algunos minerales cuando Colombia tan solo genera el 0,25% del CO2 del mundo? Tengo mis reservas. Hoy Europa tiene mucho temor por su dependencia de Rusia, hace años entregó su seguridad energética y en el invierno que viene, seguramente van a pagar duro por esa decisión.
El encontrar las soluciones a las diferencias frente al cuanto, cómo y cuándo será la clave del futuro de nuestra sociedad. Sin ello será imposible lograr el qué, que todos anhelamos. Colombia necesita un cambio responsable y no un salto al vacío. Incentivar empleos, mejorar la educación, aumentar coberturas en servicios públicos, mitigar el cambio climático, y otras discusiones actuales, son posibles en la medida que la empresa se proteja como institución, se aumente la productividad, y se incremente la sostenibilidad. La mejor política social es la generación de empleo digno y la que mejor sabe hacer eso es la empresa.
Si se asfixia a la empresa será imposible generar el desarrollo social. Si no se invierten más recursos para la expansión de la política social será imposible el desarrollo social. Un dilema difícil de resolver. Tal vez lo que voy a escribir parecerá obvio, pero la respuesta o la salida puede estar más cerca en el sentido común que en las disertaciones técnicas, ideológicas o conceptuales, que son más difíciles de conciliar. La salida puede estar más en la sabiduría de nuestras abuelas, “ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre.” Un sano equilibrio.