Debo reconocer que nunca pensé que me fuese tocar ver a una persona ponerle un machete en el cuello a un miembro de la Fuerza Pública. Y no lo pensé por que no pueda pasar, sino porque no creí que alguien fuese a ser capaz de arriesgarse a realizarlo. ¿Quién en su sano juicio va a amenazar a otro con un machete, si este porta un fusil, tiene la autoridad y la legitimidad constitucional del monopolio del uso de la fuerza? Pero pasó.

A mediados de esta semana un grupo de 50 indígenas invadieron un predio en el municipio de Corinto, en la Hacienda Miraflores, con el fin de prenderle fuego a la maquinaria que se encontraba en el lugar. Cumpliendo con su deber constitucional, las tropas adscritas a la Fuerza de Tarea Apolo de la Tercera División llegaron al lugar para controlar el orden público. Lo inaudito e inaceptable fue que los soldados fueron amenazados con machetes por los invasores. En un video que circula por todo lado se observa como con insultos por parte de los indígenas y de manera desafiante y peligrosa, uno de ellos ubica un machete sobre el cuello a un militar.

Francamente esto es la tapa. Esta es la prueba reina de que en este país se perdió el orden y el respeto por la autoridad. Que Dios nos agarre confesados si la fuerza pública no puede actuar cuando se generen alteraciones del orden público. Peor aún, cuando se vulnera la propiedad privada. A estos soldados los amenazaron, los insultaron y los agredieron y no pasó nada. ¿Detuvieron a alguno de ellos? No. ¿Invadirán nuevamente? Seguro que sí, como lo llevan haciendo en los últimos años.

Igual me ronda la pregunta y creo que a muchos de ustedes también, ¿qué hubiese pasado si ese mismo soldado hubiera sometido a su agresor? No existe ninguna duda que el entró a realizar un operativo militar en defensa de la constitución y la ley en una clara alteración del orden público. La reacción del soldado habría estado soportada en la presión, los insultos y la amenaza, nada más y nada menos, del filo de un machete en la garganta! El militar seguro sintió que su vida y la de sus compañeros estaba en riesgo. Si los militares hubiesen respondido con el poder legítimo y la investidura constitucional que poseen, no tengo la menor duda de que la tropa y el comandante de la misma estarían en serios problemas. Lo primero que pasaría es que serían denunciados por todas las ONG´s de derechos humanos y con seguridad serían investigados y les truncarían sus carreras. Complejo e injusto, porque lo único que estaban haciendo estos hombres ese día en Corinto Cauca era cumplir con su sagrado deber de defender la constitución y la ley.

El fin no justifica los medios. El uso de las armas y de la fuerza es exclusivo del Estado. Cualquier ciudadano o grupo de ellos que lo use con el fin de reivindicar o exigir unos derechos, llámese como se llame y venga de donde venga, es un criminal. ¡Ningún colombiano puede estar por encima de la ley!

Parémosle-Bolas, que debemos rescatar este país, la cosa no va nada bien. Debemos recuperar el imperio de la ley, el orden y la autoridad. El país se va enfrentar en muy pocos meses al momento histórico más importante que hemos tenido en varias generaciones. Todo va estar en juego.

Pero hay esperanza, pues sigue estando en nuestras manos elegir el futuro de nuestro país. Colombia debe elegir representantes que defiendan las instituciones, especialmente la propiedad privada, así como lo realizaron los soldados humillados en Corinto. Vamos a derrotar en las urnas a aquellos que pueden poner en riesgo el pais y siguen pretendiendo dejárnos con el machete en el cuello. Es hora de Acompañame en esta pelea por reestablecer el imperio de la ley, la autoridad y la grandeza de nuestras Fuerzas Militares. No están solos.